27 días
Otras personas escribieron una entrada cuando faltaban 50 días. Otras la escribirán cuando falten 10. Yo he decidido escribirla hoy, a falta de un número tan insignificante como 27 días para volar hacia Madrid y despedirme de mi familia y amigos. No se si cuando pensamos en ese día pensamos en su parte buena o en la mala. O a lo mejor no lo pensamos siquiera, porque si cada vez que nos preguntasen cuando nos vamos, se nos vinieran a la cabeza los mil pensamientos diferentes que podemos tener en relación a ese día, probablemente sería demasiado cansado para nuestra mente.
En realidad, no he notado la diferencia entre los 27 y los 34. Pasan los días sin fijarme demasiado, y me dejo llevar por el tiempo sin querer frenarlo, aunque tampoco quieriéndolo acelerar. Noto como los días pasan y se acerca la fecha.
Sin duda alguna, los nervios empiezan a surgir, sobretodo en los momentos lúcidos en los que mi mente me permite sentir los sentimientos propios de estar a menos de un mes de irme de casa durante 10 meses a más de 5.000 kilómetros. Y también las despedidas, y con eso, un poco de tristeza.
Aunque que se acerque ese 31 de agosto también hace que me aumenten las ganas de ir. Las ganas de experimentar y de conocer. Sé que en un año (10 meses) voy a pasar malos momentos. Pero cuando pienso en todos los buenos que están por venir y en todas las increibles experiencias que voy a vivir sé que merecerá la pena. Toda la gente que está en algún lugar de este mundo, probablemente muy lejos de dónde estoy yo escribiendo esto, y que, en un momento de nuestras vidas, fruto de la casualidad, o de algo que algunos llaman destino, nos encontraremos.
Y algún día, leeré esto mismo, y (espero) podré corroborarlo con ejemplos reales, con nombres y apellidos de gente que aún no conozco pero se que merecerá la pena conocer. Porque si algo he aprendido conociendo gente, es que cada persona (todas y cada una de ellas) te puede enseñar algo; solo tienes que estar dispuesto a aprenderlo.