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EL VIAJE

Hace ya casi dos meses que estoy en tierras canadienses, y la verdad es que me esperaba haber escrito ya al menos una entrada a estas alturas, pero no había encontrado la inspiración.

En esta entrada voy a hablar de como empezó todo. De como empezó esta aventura con simplemente poner todo lo necesario para 10 meses en 2 maletas.

Ahora, a tantas semanas de aquel 31 de agosto, creo que ya puedo describir bastante objetivamente como fueron mis últimos días del año en España. Cada vez que los recuerdo me vienen mil imágenes bonitas a la cabeza, pero, como me he dado cuenta recientemente, la mente humana tiene a idealizar para bien los recuerdos. La realidad fue que los nervios eclipsaron todo, y los sentimientos que te esperarías el día antes de marcharte de casa por 10 meses, como nervios, no aparecían. Cuanto más se acercaba el día, menos me podía hacer a la idea. Fiesta sorpresa, despedidas, maletas, nervios y lágrimas, aunque ni de lejos parecidas a la alegría y emoción de al fin, cruzar el océano en unos días para vivir mi sueño.

Recuerdo que me desperté mucho antes de lo que es normal en mí, como el día de Reyes cuando era pequeña. El día 31 de agosto. Ese día que se había repetido en mi mente durante meses. Esa fecha que quedará marcada en el calendario para siempre. Desayuné, me duché, acabé de preparar las maletas y pesarlas (tuvimos algunos problemillas con el peso de las maletas) y salimos de casa.

Cuando llegué al aeropuerto, después de pesar las maletas y seguir con problemillas con el peso, me encontré que habían venido un montón de amigos a despedirme al aeropuerto de sorpresa. No fui capaz de llorar cuando me despedí de ellos en aquel momento. De nuevo, creo que todos los sentimientos que serían normales tener, se veían eclipsados, porque no creo que fuera capaz de asimilar los de verdad.

Me despedí de mis padres también, como cuando me había ido a otros viajes, pero esta vez diferente. Más lágrimas. Pasé el control y nos dijimos adiós con la mano varias veces. Fui al baño y me sequé toda la cara de lágrimas. Ahora estaba a las puertas de esta nueva aventura.

Cogí el vuelo a Madrid y allí me reuní con todos los becas (bueno, no con la mayoría de los gallegos) y fue genial volverlos a ver a todos después de tanto tiempo. Estábamos todos muy emocionados y nerviosos. Nos hicieron un par de charlas y nos fuimos pronto a la cama. Al día siguiente nos despertamos muy pronto y cogimos buses hacia el aeropuerto. No voy a explicar todo el papeleo de los aeropuertos porque creo que es aburrido de contar, pero puedo decir que en general me lo pasé muy bien aquel día con unas cuantas horas de más. Por fin, pude experimentar de primera mano qué es coger un avión de tantas horas. Hay que decir que a ratos se me hizo un poco largo, pero entre película y trivial se me pasó mucho más rápido (con mi compi de vuelo Jesús).

Finalmente, después de horas infinitas que solo se veían reflejadas en mi reloj de mano, llegue al aeropuerto de Halifax, donde me estaba esperando mi familia de acogida.


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